Un relato made in Colombia
Un hombre está sentado en la barra. Apoya los codos e inclina ligeramente la cabeza hacia un lado, siguiendo el ritmo de la canción. Pide tequila, pero mantiene la mirada perdida en el piso, le traen la botella, y se sirve un shot de Don Julio. La botella cuesta 450.000 pesos, es temprano. Le gusta el tequila, que bebe de un vaso transparente salpicado de sal. Su apariencia es esquiva e inestable, pero Don Julio poco a poco hará cambiar esto. El hombre parecía un oficinista: camisa azul, pantalón negro, tenis. Afuera, hacía frío y olía a chorizo y mazorcas asadas; a lo lejos se oía un vago sonido de guacharacas. Es una noche de fiesta en la 70. Cuando se vació media botella de Don Julio, los ojos del hombre ya no eran tímidos. Ya estaba hablando con una de las prostitutas, llamándola por su nombre y acariciando su cabello. A las 10:31 ya agarraba la mujer por la cintura y la invito a bailar; A las 11:51 se desabrochó la camisa y le dio vueltas a la chica bailando merengue.
Le pregunto al barman que era lo que había pasado el mes pasado, el hombre empezó serio, pero me dijo que el lugar era seguro y que las niñas eran hermosas, pero lo que pasó fue «grave». Ese hombre estaba sentado en la mesa del fondo, dijo, sirviendo un trago de whisky. – Yo no estuve ese día, pero les tocó a ellos. Así que llamó a la camarera por su nombre y le pidió que le explicara lo que había sucedido, ella dijo casi enfadada, que estuvo allí el día del que todos hablaban. Era un sábado por la noche normal. Justo cuando estaban a punto de cerrar la puerta, notaron a un hombre tendido sobre la mesa, aparentemente inconsciente. Fui a despertarlo y lo encontré babeando. Así que algunos de nosotros lo levantamos, pero nos dimos cuenta de que estaba muerto. dijo la camarera. Les aseguro que el hombre estaba bajo la influencia de la burundanga cuando llegó. Los amigos dijeron que estaba con otro pirobo que lo robó. Nos culparon y nos mandaron a la fiscalía.
Después de la charla explicativa, salí, Había un joven parado en la puerta del bar y le pregunto sobre el tema, no me para bolas dice que está ocupado. Es el encargado de atraer clientes. Se detuvo para repartir un volante. El consejo es simple: fiesta hasta las 11:00, si quiere seguir festejando después de eso, papá, hay una sala VIP para eso. Por supuesto, papá, necesitas mucho efectivo. «Mi ahijado» de Diomedes está sonando de fondo. —Es un tema de moda que surgió después de unos tragos.
El 15 de febrero, el sacerdote Javier González Pertuz murió en un bar de putas, cuando acababa de terminar su último día de trabajo en la parroquia, según informó un hombre del bar. Ese sábado todo lo hacía ver como una gran velada, quincena, jugaba la selección Colombia, pero la fiesta terminó trágicamente. El padre Javier se desgonzó sobre su mesa. Sus bolsillos estaban vacíos y su compañero se había volado, un hombre que nadie podía decir con precisión quien era. El video de vigilancia muestra que el padre había perdido el calor de la vida. La intoxicación por escopolamina ocurre al menos una vez por semana según vecinos y autoridades.
Si tiene suerte, puede aparecer en un hotel cercano sin dinero, sin teléfono celular, atontado pero vivo. Si la dosis se calcula incorrectamente, los resultados pueden ser fatales. La 70 está vigilada por 16 policías, pero sus ojos no son lo suficientemente buenos para ver las intenciones de algunos que se hacen pasar por entre la multitud buscando atrapar su presa.
Había un grupo de negros en la esquina del bar. Había seis de ellos, todos en bermudas, camisetas y sobre ellas camisas de grandes flores, con barriga prematura. Tenían algunas botellas de cerveza en la mesa y una de whisky en el suelo.
El creole que hablaban los muchachos parecía antillano, cercano al francés, pero no sabían español. Pero a través de gestos, toques de cadera, un guiño, se hacían entender por las putas. Eran chicas jóvenes, morenas, de caderas anchas. Algunas de ellas aun tenían cara de adolescentes con frenillos plateados que se mostraban cuando reían. Confiado, uno de ellos agarró a una chica y la puso encima de él. Sonriendo, torpemente se dejó conducir y comenzó a mover su cintura sobre él en una acción casi erótica. Otros rieron y celebraron.
Sigo hablando con el barman «¿Cómo ves las cosas?» me pregunta, Le contesto que había chicas hermosas, y que me gustaría invitarlas a bailar a todas y comérmelas a todas, se ríe.
Me despido e intento hablar con el muchacho de la puerta de nuevo. En eso llega un imitador de Michael Jackson con la cara empolvada, traje blanco y piernas torcidas. El Vallenato suena más fuerte que el parlante portátil que coloca a su lado. Hasta ahora, Michael Jackson baila solo al ritmo de vallenato.
Se acerca uno de los negros y hace señas al muchacho, e intenta pedir perico haciendo movimientos con la mano imitando como si esnifara sobre la mano izquierda. – Una pregunta difícil — ¿dónde puedes comprar perico? Dice el muchacho entendiendo de inmediato los gestos del negro y respondió sin dudarlo:
«Yo se lo traeré, papá». 20 Gramos son veinte Lucas. «¿ok?» its good? sí, claro, es el que se vende acá en la setenta. Es muy Bueno pa, ningún cliente me ha hecho reclamo, jajaja.
Pago la cuenta, salgo a caminar, empieza amanecer, el viento es ligero pero frío. Entre las personas de la 70 un niño delgado que había llegado recientemente a la pubertad y el acné aun dejaba marcas en su rostro imberbe, reparte volantes con la foto de una mujer desnuda con ademanes eroticos. “Está ahí mismo, a dos cuadras”, dice el imberbe, dibujando un arcoíris con la mano. «Es seguro”, Sí, por supuesto, yo lo acompaño y puede quedarse en el hotel hasta mañana si quiere. Sigo caminando y me alcanza el joven que estaba en la puerta del bar anterior, lo veo que se acerca al vendedor de chicles, lo saluda con cara de conocidos, el vendedor no vaciló y solo lo consideró por un momento. Llegó hasta la chaza, tocó los paquetes y tomó lo que tenía en la mano, puso la misma mano en los chicles como escondiéndolo y deslizándolo se lo entrega al joven. El recorrido vuelve a ser inverso: las miradas curiosas que parecen venir de la esquina, una brisa tenue, un niño repartiendo volantes, el grito de un acordeón y el negro esperándolo.
Las aceras ya están llenas de basura arrojada por algunos restaurantes, y los lugareños pueden escuchar el sonido espeluznante e imprudente de alguien cantando una canción de Vicente Fernández en el karaoke. Llego a la dirección, no se oye nada desde la puerta. Había dos hombres grandes y gordos de pie; son facilitadores en la entrada del bar. «¿Listo para entrar?» hágale que está muy bueno, hay una cantidad de hembritas hermosas, muy hermosas, me dice uno de los gordos. Bienvenido. Solo mire las chicas que están adentro y escoja. Luego subo una estrecha escalera iluminada con luces de neón y se abre una puerta pesada. El bar apareció en el frente y me recibió muy calurosamente el administrador. Los retratos de Robert De Niro y Pablo Escobar de la película “El Padrino” cubren las paredes. Consumo obligatorio es una media de aguardiente por 99.000 pesos, pero para que le salga mejor pida una botella por solo 180.000 pesos, el show es cada dos o tres canciones, pero también hay salas VIP privadas, me recomienda el mesero. — Si te atreves, pa – me volvió a decir el mesero — la habitación está al fondo, junto con la niña, calculan el precio y puede pagar con tarjeta. Una puta que decía tener 20 años, de ojos rasgados y largas uñas acrílicas se me acerca y se sienta mi lado. Después de un rato de hablar pendejadas me dice que no había detallado mi rostro, – ¡eres muy hermoso! -, me coquetea, ¿qué pasó, su mujer le aburre, porque esa cara de triste?, continua con su cuento, la despacho y sigo con mi media de aguardiente.
Los antillanos aparecieron en el bar y ahora hablan más fuerte con consonantes francesas y piden putas para todos.
Termino el aguardiente, salgo, ya es temprano en la mañana, el viento se hizo más frío, camino con cuidado para no parecer borracho.
Como ven la experiencia con putas no es muy halagüeña que digamos, siempre tengo malas o mejor, regulares experiencias.
Enfrenté hace seis años un duro despecho de la manera en que quizás lo han hecho otros: contratando a una de las denominadas mujeres prepago. Hasta ahí la historia no tiene nada de extraño, pero después del primer encuentro decidí escribir una reseña sobre la mujer en la misma página web en la que había conseguido el servicio. Escogí como nombre de usuario “Probador de Prepagos”. Varios encuentros y reseñas después, me volví un nombre reconocido al que otros usuarios le pedían consejos y opiniones. Meses más tarde cree un blog en una plataforma gratuita para seguir escribiendo sobre los encuentros con mujeres prepagos en Medellín, prostitutas, masajistas o strippers. “Todo es lo mismo, solo hay diferentes presupuestos”.
Mis visitas empezaron más o menos una vez al mes, pero me fui haciendo un visitante asiduo a estas plataformas y hubo meses en que estaba con más de 6 chicas, dependía del presupuesto y de cómo estaba de ánimo.
A cada chica que reseño la califico numéricamente, desde el aspecto físico, el lugar donde me recibe (apartamento normalmente), comportamiento y servicio en general. El blog ha tenido un éxito relativo y tengo más de 1000 usuarios frecuentes con más de 223 entradas o publicaciones (reseñas, tips, artículos escritos por él y otros usuarios). En los últimos 12 meses (mayo 2022-mayo 2023) el blog recibió 9.370 comentarios y en promedio recibe entre 10 y 15 mil visitas al mes que generan algo de publicidad. Pero ese dinero se va pagando costos de infraestructura técnica, servidores, en el programador que se encarga de manejar la poca pauta o detalles de la tecnología que la verdad no domino. Aunque el potencial para publicidad es grande, prefiero seguir en el anonimato, esto para mí es un hobbie.
En mi otra vida, aquella en la que sí me conocen la cara, soy un hombre de 32 años, vivo en El Poblado, trabajo para una dependencia del Estado, estoy intentando crear un negocio propio y, claro, no tengo esposa ni novia, me he dado cuenta que las relaciones largas no son para mí, la conquista y este tipo de cosas se me niegan, tal vez luego, pero por ahora quiero cogerme todos los prepagos que alcance. El trabajo me obliga a viajar fuera de Colombia, lo que aprovecho para comparar el comercio local de mujeres prepago con el extranjero. He descubierto que el “mercado” en otros países es más abierto y menos moralista; aquí es más escondido pero la calidad de las mujeres (la belleza) es superior”.
En los últimos dos años en que el blog ha estado funcionando de forma continua, he tenido relaciones sexuales, según mis cálculos, con más de cien mujeres y no es chicaneando. Como los precios varían con cada una, no se precisar cuánto dinero he gastado pagando prepagos, pero con los años he llegado a sacar mis propias conclusiones sobre lo que se debe y no se debe hacer, como, por ejemplo: no pagar más de 300 mil pesos por un rato de sexo, o no confiarse nunca de las fotografías que aparecen en los catálogos. De esas conclusiones es que escribo en el blog: realmente son recomendaciones para los inexpertos, los que están empezando en este maravilloso mundo delas llamadas scorts.
Algunas recomendaciones que le puedo hacer es primero, si tiene carro, no vaya en su carro, o déjelo en un parqueadero cercano; solo lleve el dinero necesario, lleve sus propios preservativos, ojala de calidad; sea respetuoso, averigüe con claridad sobre los servicios ofrecidos antes de ir; busque la fotografía de la mujer en Google para verificar que no sea de una modelo extranjera; no cuente detalles de su vida; solo porque la chica salió en un video de reggaeton no tiene que cobrar más, y sobre todo y lo más importante de todo, nunca pero nunca se enamore. Suena a guión de cine, pero le advierto que el enamoramiento sucede y mucho, y a más de uno le ha costado bastante platica.
El dinero lo es todo en esta profesión de probador de prepagos. Bajo mi perspectiva, lo que se gasta invitando a una mujer a salir (comida, gasolina, cine, o rumba en una o varias salidas) es igual o mayor a lo que se gasta en un servicio de prepagos, pero en este tiene la certeza de un encuentro íntimo o como lo he comprobado saliendo a bares de putas, que son peligrosos, caros y nunca se va encontrar lo que uno quiere, no me gusta el olor a cigarrillo y casi todas las putas de bares huelen a basuco. Muchas chicas consiguen buen billete en esta vida de prepago y no son cuentas alegres. He conocido varias prepagos que, sin títulos educativos, ni ningún estudio, trabajan tres días a la semana durante tres años y logran comprar apartamento, buen carro para ellas mismas, para familiares, montan un negocio o logran ahorrar para irse a estudiar o vivir a otro país. Yo no he podido pagar mi apartamento en más de diez años y soy profesional y tengo un trabajo relativamente bueno, tal vez me he gastado mucho dinero en putas. Esto es un análisis estrictamente mercantil.
Las prepago pueden comprar apartamento propio en un buen barrio, y además para atender a los clientes arriendan un apartamento en El Poblado como lugar de trabajo. Llevan los gastos compartidos con otras mujeres y mantienen un buen estatus. Sin embargo, en los últimos meses su presencia ha disminuido en la comuna 14, donde los costos son los más altos y donde las administraciones y vecinos se han percatado de su presencia y no quiere tener este tipo de mujeres en sus conjuntos residenciales cerca.
Una de tantas chicas me conto, después de haber entrado en confianza con ella, le pregunte como se inició en este mundo y me dijo: “Recuerdo que cuando tenía 18 años en el colegio, iban a organizar un concurso de belleza y me pidieron que los representara. En estas fiestas se reunía mucha gente, sobre todo hombres, y no les niego que tenían mucho dinero. Fue así como conocí a Gerardo, que estaba relacionado con narcotraficantes en Medellín, y me dijo que si quería ganar el concurso, que se lo dijera, que era fácil asegurar esa vuelta y yo por supuesto que acepté, nunca había sido reina de nada y en el primer reinado ganarlo, pues por supuesto que acepté ni más pendeja que fuera. Así que fui nombrada Transcity Queen ese año y pasé los siguientes fines de semana viajando mucho, fuimos a Cartagena, Bucaramanga y otras ciudades y ahí empezaron las ofertas y endulzarme el oído.
Además de comida y ropa, me pagaban 300.000 pesos por sesión de modelaje, pero esto era lo de menos, el dinero grande estaba teniendo relaciones con hombres, esos si dejaban buena plata. Se lo daba a mi novio gratis, como no iba hacer lo mismo y me pagaban, así que me enganche en este negocio. Hoy el trabajo es aún más rentable, lo hago a través de www.lacelestina.com y no me avergüenza decir cuál es mi trabajo, al contrario, lo uso para pagar la “U».